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El fuego, los tambores, el circo...

El fuego, los tambores, el circo...

Publicado por editor | 6/19/2023 11:36:00 p.m. | , , , | 0 comentarios »


Cuando era niño, no recuerdo si tendría unos 9 o 10 años, llegó un circo a Josefino de Allende.

Mi papá nos llevó. Fuimos caminando unos 4 kilómetros y disfrutamos la función con payasos, malabaristas y otros números circenses que ya no recuerdo a detalle. Igual regresamos caminando pero fue diferente después de disfrutar  por primera vez, la magia del circo.

Años más delante vi algún video del Cirque du Soleil y recordé ese momento de mi infancia.

Particularmente, la música de Dralion, una producción de 1999, me parece maravillosa; un gran trabajo de la compositora canadiense Violaine Corradi; y las voces de Érik Karol, Agnès Sohier y Boujemaa Razgui (en Hinkò) completan un excelente disco.

Siempre que escucho Dralion pienso en la historia de la humanidad, desde los humanos que salieron de las cavernas a encender por primera vez un fuego que ya no se apagó mientras primitivos tambores sonaban, hasta el violín que suena en una sala de conciertos, pasando por la potente voz de alguien que en medio de una multitud entona una canción.


 


(Esto lo escribí un día como hoy, pero de 2013; eso pensaba, #esopienso

Cada quien encontrará un momento para aplicarlo.)

Hay gente, perversa pero idiota, que piensa que uno no tiene memoria, que la tinta se borra de los documentos y que los esfuerzos colectivos pueden ser usados para las venganzas personales.


Afortunadamente hay quienes tienen vocación para ser guardianes de la memoria. Y hay quienes, sin importar la trinchera, jamás olvidarán las razones verdaderas del llamado original.


El tiempo pone, pondrá, a cada uno donde se merece. Pero, ahora, es menester no abdicar de la responsabilidad histórica y el compromiso personal.


13 de junio de 2013

Calvillo, Ags.




En #CalvilloPuebloMágico #AgsMx, donde vivo, hay un templo, el Santuario de Guadalupe; cada 12 de diciembre los feligreses locales van a cantarle Las Mañanitas a la Morenita del Tepeyac. Esta es la zona donde brotó La Guerra Cristera.

Desde la noche del 11 de diciembre se hace una gran verbena, con puestos de vendimias, música y gente consumiendo bebidas embriagantes. Menos en años recientes pero sigue habiendo fiesta.

Mientras en los alrededores del Santuario la feligresía nutre la fiesta, adentro del templo otros feligreses más piadosos (hay niveles hasta entre los creyentes) rezan y cantan frente a la réplica del ayate que según la tradición usó el indígena Juan Diego.

 Adentro el caldo religioso; afuera lo vapores de la devoción guadalupana. El festejo guadalupano coincide también con la Feria de la Guayaba, la fruta de producción local con fama internacional. 

Allá por 2006, 2007, la fiesta guadalupana había producido una costumbre bastante contradictoria: en la madrugada y acusando los efectos del consumo de alcohol, los jóvenes de algunos barrios, con añejas rivalidades, protagonizaban una batalla campal; volaban piedras, palos, botellas, etc.

La Policía Municipal hacia su esfuerzo y detenía a los rijosos que podía y los encerraba en las celdas de la comandancia local. Atrapaban a los que estaban cerca, a los que no alcanzaban a correr, en un intento por dispersarlos y acabar con el pleito colectivo.

Ya entrada la mañana, la Comandancia de policía se llenaba de madres que iban a reclamar a los uniformados; exigían la liberación de sus hijos, que habían ido por su devoción a la Virgencita; eran buenos muchachos y, juraban: sus hijitos no andaban en pleitos.

Rodeado de madres iracundas, el entonces jefe de la Policía local les dijo: Detuvimos a sus hijos afuera del Santuario,  estaban peleando; no  estaban arrodillados rezando y cantando a la Virgen. Poco a poco, las madres se fueron retirando.

Decía mi abuela: amor no quita conocimiento. Pero el amor de madre suele rebasar los límites de la razón y la lógica. La mujer que llora por el hijo asaltante, abatido por un policía de la CDMX, es una madre.

Esa mujer que llora y grita es una madre que ha perdido un hijo. Desde su tragedia personal no caben los hechos  ni los razonamientos que los demás podemos hacer. Empatía no es justificación.

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