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El fuego, los tambores, el circo...


Hoy lunes 23 de marzo comencé temprano a sacar los pendientes que se me quedaron del trabajo del domingo y terminé haciendo home office.
A media tarde, cuando estaba a punto de terminar de comer sonó el timbre; era la encuestadora del INEGI; este año en México hay Censo.
En otras circunstancias habría invitado a pasar a la encuestadora para responder en familia; esta vez respondí las preguntas de pie en la puerta de la casa.
Desde niño siempre supe de los censos; mi papá era el encargado de censar en la ranchería donde vivíamos y alguna vez le ayude a aplicar los cuestionarios. Años después, quizá en 1990 fui coordinador de encuestadores en una zona rural de Jalisco. Digamos que siento nostalgia y simpatía por el censo.
La chica encuestadora venía acompañada por quien supongo es su mamá; y con una tablet o algo así en la mano me aplicó un cuestionario en versión resumida; cosas de la estadística, ahora el cuestionario ampliado solo lo aplican en determinadas zonas.
Entre pregunta y pregunta, me comentó que ha sido difícil encuestar; muchas personas aunque estén en sus casas no salen a responder, otras se molestan y a muchas tienen que ir varias veces hasta encontrarlas.
A eso hay que agregar el tema de la pandemia del COVID-19 y ya está servido un coctel que hace titánica la tarea de conocer que tipo de casa tenemos, con cuantos cuartos, si hay tele, refrigerador o lavadora; incluido donde nacieron los habitantes, si trabajan, que religión profesan y si tienen seguro social.
Este censo trae preguntas especiales sobre discapacidad; si se tiene internet, Netflix, tablet, computadora o teléfono celular y consola de videojuegos.
La chica pegó la respectiva calca que marca los domicilios censados; una señal que mi hijo estuvo observando durante varios días al pasar por las calles y que ahora ya puede ver en su propia casa. Ya somos oficialmente parte de la estadística nacional.



Vivo en Calvillo, una ciudad de unos 50 mil habitantes ubicada al poniente del estado mexicano de Aguascalientes. Es un Pueblo Mágico.
El domingo 22 alrededor de las 3 de la tarde, junto con mi esposa y mi hijo de 9, fuimos a comprar alimentos, comida para el perro y algunas otras cosas como jabón y cloro.
Primero fuimos a un mayorista de abarrotes y comenzamos a buscar las cosas que mi hijo había anotado en una lista. En general había todo lo que necesitábamos; pero me percaté de algo: de muchos productos ya solo quedaban envases pequeños, de medio litro, por ejemplo, como fue el caso de cloro o pinol. "Los envases de cinco litros volaron", dijo uno d elos propietarios.
Mientras buscaba cosas note algunos estantes ya casi vacíos; le pregunte a uno de los empleados cuándo surtirían y me dijo que posiblemente ya no, porque algunos mayoristas de abarrote ya no estaban vendiendo los productos o los estaban ofreciendo más caros. El acaparamiento en tiempos de crisis.
Después fuimos al supermercado local; ahi encontramos los estantes del papel higi´penico vacíos y los de las pastas; unas empleadas me comentaron que diariamente estaba llegando mercancía pero los clientes acudieron temprano y se llevaron los paquetes de papel higiénico pese a tener letreros advirtiendo de solo vender tres por familia.
Cerca de las frutas y verduras me enterneció una escena: dos niñas en un carrito del super, una de unos tres años con su cubrebocas. La inocencia preparada para enfrentar la pandemia.
También me percaté que a esa hora, cerca de las 4 de la tarde, no había muchos clientes y que muchas personas bajaban la voz al hablar.
Después fuimos a comprar fruta y lo mismo; más silencio del habitual. ¿Será que ya anticipamos los días terribles y nos estamos preparando para lamentarnos en silencio?
De la frutería pasamos a comprar comida, pozole y enjitomatadas, todo para llevar pues la disposición del gobierno local fue reducir las aglomeraciones de ciudadanos.
De regreso a casa noté las calles vacías, sin el bullicio comercial de cada domingo. Calvillo es un Pueblo Mágico y regularmente hay turistas recorriendo la zona del Centro Histórico, haciendo fila para adquirir el pan tradicional, comprando las nieves de garrafa que se ofrecen en la plaza principal o haciéndose la foto en las coloridas letras CALVILLO que están frente ala iglesia principal.